martes, 22 de mayo de 2012

Europa también escucha.

Con la llegada del buen tiempo se intensifica la percepción del ruido urbano. No ha hecho nada más que subir el termómetro por aquí para que se encienda la alarma de los decibelios y se oigan las primeras quejas. Un grupo de vecinos han decidido crear la "Asociación de Afectados por el Ruido d'Elx", una plataforma que dará volumen a sus protestas para que se escuche la reclamación de su lógico derecho al descanso ante las diversas administraciones. El problema no es nuevo. La crítica suele llegar casi siempre de ciudadanos que viven en zonas en las que aseguran que les molestan desde el tráfico a las actividades lúdicas u otras acciones urbanas. Y digo que la denuncia no es reciente pues hace ya 57 años que en las páginas de este diario aparecía una crónica en la que se abogaba por una campaña contra el ruido en aquél Elche del año 1955. El cronista, tras exponer ejemplos acústico que se consideraban estridentes, terminaba lanzando esta pregunta: "¿Y si toda población moderna se preocupa por regularizar el silencio a qué se espera en nuestro Elche?". El interrogante sigue en vigor más de medio siglo después. Hay que recordar que alguna auditoria municipal registró, años atrás, zonas del casco urbano en las que se superaban los 72 decibelios, una cifra muy superior a los 65 que están considerados como saludables por la Organización Mundial de la Salud. Algo habrá que hacer para bajar el diapasón antes de que, desde Europa, nos obliguen a realizar los deberes, como ya está ocurriendo en otros duros y dolorosos frentes. Hay que recordar que una directiva del Parlamento Europeo insta a las autoridades competentes a poner en marcha mapas estratégicos para controlar el ruido. Y España aparece como el país en el que más ruidos se registran a partir de las seis de la tarde. Pues eso.

JUSTO MUÑOZ.

Artículo de opinión publicado en el diario Información el 21-5-2012.

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